domingo, 19 de febrero de 2017

LA PATRIA DEL PADRE TALAVERA Y GARCÉS

El concepto de patria abarca campo de dilatadas proporciones, y en las modalidades del pensamiento y la expresión ha llegado a extremos verdaderamente encontrados. Todos decimos a menudo: la patria. Pero no son todos los que pueden darse cuenta y apreciar lo que significa la patria. La lucidez e interpretación de esa idea es cuestión de entendimiento. Está en razón directa de los alcances intelectuales de cada persona y del sentimiento de cada quien. Para la mayoría, la patria es la patria, o mejor dicho, la palabra, y nada más, si bien esa misma mayoría siente la patria a su manera.

Estas consideraciones se nos antojan, ante los conceptos y opiniones de los hombres que nos precedieron en la patriecita. Releyendo la primera Constitución de la Provincia de Mérida, nacida en 1811, o sea el año de las Constituciones,  como podríamos llamarlo, hacemos alto y nos detenemos a meditar al encontrarnos con el artículo 12 del capítulo XI, que textualmente dice:
"La patria no debe entenderse el lugar en que hemos nacido, sino la congregación de hombres que viven bajo un mismo gobierno, sujetos a las mismas leyes y que siguen los mismos usos y costumbres". Importa saber, como ha podido comprenderse, que se legislaba para los pueblos de Mérida, región del país que se las daba por aquella época de pequeña República o Estado. 

La primera Constitución de Mérida fué redactada en su mayor parte por el padre Talavera y Garcés, el orador sagrado más grande de Colombia,  hombre de ilustración maciza y de seso en su puesto. Y es por ello por lo que nos llama la atención su peregrino concepto sobre la patria. Sería baladí entrar en explicaciones. Pero debemos concluir en que la patria del padre Talavera y Garcés es la patria fría del legislador, la patria surgida de la discusión parlamentaria, que no es por cierto la del corazón, sino la fase menos conmovedora de ella. Y si nos llama la atención el concepto del padre Talavera y Garcés sobre la patria, más todavía nos intrigan las apreciaciones del historiador José Gil Fortoul sobre la consabida Constitución de Mérida, pues al hacer análisis de su contenido y calificar su lenguaje de sobrio, preciso y luminoso, pasa muy campante por encima de la definición establecida en ella sobre la patria, guardando un silencio inexplicable. 

Por el contrario, el padre Carlos Borges concibió la patria así: " Un pedazo de tierra bajo un pedazo de cielo: la tierra en que nacimos y el cielo bajo el cual queremos morir, tierra y cielo a cuya imagen y semejanza nos ha modelado la naturaleza, y que por esto mismo, guardan con nuestro corazón, con nuestra alma, con nuestra sangre y nuestros huesos, las más fuertes, las más profundas, tiernas y misteriosas armonías". 

Dos clérigos, dos épocas bastante lejanas la una de la otra y dos conceptos distintos sobre la patria: el político y el poético, el árido y el sentimental. No era de la Constitución de Mérida el que entrara a definirse en ella la patria, confundiéndose su entidad de múltiples aspectos con la entidad limitada de nación. 

Hay que convenir en las diversas fases de la patria. Para nosotros, a pesar de la sapiencia del padre Talavera y Garcés, la patria es la tierra en que hemos nacido o a la que hemos llegado de niños y nos hemos arraigado, de la cual llevamos en el pecho, hondos en la intimidad, los recuerdos más dulces y dolorosos de la vida. En ese haz de vibraciones es en donde se encuentra la patria de la ternura y del amor. No creemos que sean muchos los venezolanos que estén por la patria definida por el ilustre hijo de Coro. En cambio, todos amamos el rayo de sol que se mete a despertarnos por el postigo entornado de la ventana de nuestra casa, en el cual vemos brillando el polvillo que se levanta de la alcoba querida cuando abrimos los ojos. Es el rayo de sol que penetra por los postigos de todas las ventanas  de las casas de los pueblos y ciudades de Venezuela, amado por todos los venezolanos, y que como el  rayo solar que se descompone en la lluvia para formar el arco iris, se transforma en un solo sentimiento en el alma nacional, produciéndose en el fenómeno colectivo que se condensa virtualmente en el iris de la patria: los tres hermosos colores de nuestra gloriosísima bandera. 

Esa es la patria en que nosotros creemos.

Eduardo Picón lares.

sábado, 4 de febrero de 2017

OJOS COLOR DE LOS POZOS

Me voy para los Esteros
-agua abajo y por la orilla-
en mi bongo sin palanca
con una vela sin brisa,
cantándole sin reposo,
en mi guitarra sin prima,
a tus ojos sin tristeza
mi corazón sin alegría.
Ojos color del ensueño
de la resaca azulita.
Pulsando con el reflejo
borones de agua dormida,
dejos de cuatro doliente
la palmasola suspira;
un hilo de alas yéndose
angustia las lejanías.
Por los rumbos de te quiero
-arenales y arenales-
se me cerraron las picas.
Esta ausencia sin distancia
en la canción que se abisma.
Ojos color de los pozos
de la resaca azulita.
Allá viene la amargura
por un callejón de dichas,
mas, en ti se me perfuman
la pena y las alegrías,
porque aquel cantar amargo
-puro anhelo y pura espina-
me lo guardó tu cartera,
me lo besó tu sonrisa,
me lo guardó tu cartera
-nidal de tus cosas íntimas-
de las tardes pensativas
y por eso bajo el éxtasis
a rociarse en ti los sueños
se van mis cantas marchitas.
Ojos color de remanso
de la resaca azulita.
Ojalá hubiera cien Llanos
entre mi vida y tu vida,
y cien Apures cruzando
por la sabana infinita;
ni un potro para la ruta
ni una canoa en la orilla:
Entonces, todo salvándolo,
sereno te buscaría;
pero esta ausencia sin lejos
es para mi trocha, valla,
para mis angustias, pica.
Y en el playón seco y solo
que en el cantar se me abisma,
no me atrevo ni a soñar
el cielo de tus pupilas.
Pupilas color del alma
de la resaca azulita.

Alberto Arvelo Torrealba

lunes, 19 de diciembre de 2016


















Él tiene los ojos más bonitos del mundo,
una aridez que es mi refugio y un amor imperturbable...
Él tiene una voz que no necesita manos para tocarme
cada vez que lo escucho,
 me invade los instantes, los motivos,
las melancolías, sin miedo, valiente.







domingo, 18 de diciembre de 2016

¡TE AMO!

¡Te amo! ¿Sabes, mi vida,
lo que encierra esa palabra
cuando el labio la pronuncia
bajo el dictado del alma?

¡Te amo! ¡ La vida entera,
las ilusiones, las ansias
del corazón que suspira
en esa frase se exhalan!

"¡ Te amo !", dice: eres bella
como la nieve sin mancha; 
como el ideal divino
que el bardo lleva sin mancha,
sencilla cual la violeta, 
como la azucena, cándida.

¡ Te amo! esa voz anuncia
todo cuanto el pecho guarda
de ternezas y creencias,
de alegrías y esperanzas:

urna en que yacen unidas 
las sonrisas y las lágrimas
secreto de la existencia
y de los sueños alcázar;

que amar, bien mío, es trocarse
en ave de plumas raudas,
y en los espacios celestes
batir las serenas alas;

y meciéndose en las ondas
de la atmósfera azulada,
teñirse en la luz del iris,
con los cambiantes del nácar;

después, en rápido vuelo,
rasgando la etérea gasa,
remontarse hasta las puertas
del palacio de las almas;

y allí, revolando en torno
de la celestial entrada,
oír las notas divinas
de las seráficas arpas.

Luego bajar a la tierra, 
en la luz de la alborada,
y de un árbol florecido
posarse en las verdes ramas;

y allí cantar, al glorioso
resplandor de la mañana,
las alegrías del cielo
y la fiesta de las almas.

Eso es amar, vida mía, 
con el amor que no pasa;
como se aman los buenos,
como "¡te amo!" y ¡ tú me amas!

¿ Comprendes, mi bien, ahora,
lo que encierra esa palabra
cuando la pronuncia el labio
bajo el dictado del alma?

JUAN  ANTONIO  PEREZ BONALDE

sábado, 17 de diciembre de 2016

MATINAL

Huye la noche...Por las verdes lomas
la lumbre de los cielos se derrama:
es cada flor un búcaro de aromas
y una cuerda que vibra cada rama.

El horizonte púrpura destella; 
naturaleza, al despertar, suspira:
arriba, es un diamante cada estrella, 
abajo, cada tórtola, una lira.

Y de la aurora a los primeros rayos
despiértanse los gérmenes dormidos: 
hay en las flores lánguidos desmayos, 
y vibración de arrullos en los nidos.

Allá en lo más espeso de la fronda,
miente la luz alcázares de llamas,
y saltan en los pliegues de la onda
flecos de espuma y resplandor de escamas.

El ala vagabunda de la brisa
recoge los alegros del sisonte,
y como una inspirada pitonisa,
susurra cosas nuevas por el monte.

Rasga el arado la feraz llanura;
el surco abierto la simiente encierra,
y hay estremecimientos de ternura
en las hondas entrañas de la tierra. 

VICTOR RACAMONDE.

ANDANZA

ANDANZA


Cafetales a un lado, y al otro,
la tristeza de un plan de sabana.
Con viril elegancia mi potro
le relincha a una yegua alazana.
Roja cinta de polvo el sendero
que el sol dora. La noche vecina.
En la tarde florece un lucero
y a mi zaga la sombra camina...
Recodo siniestro de campo que asila
la noche. La sombra vacila
y el bruto recela. Reprimo al violento.
Absurdo, imprevisto
y abiertos los brazos de bárbaro Cristo,
molino de viento...
Clavo espuelas al bruto que al trote
sonoro se aleja.
La plaga lo hostiga y amusga la oreja.
Recuerdo al Quijote.
La senda divaga, nocturna. Sus eses
cordiales conoce mi vida andariega.
Me sale al encuentro la luna...
En las mieses espiga la luna labriega.

SERGIO MEDINA.

AMANECER

Amanece en la pampa. Ya el lucero

arcángel de la luz, anuncia el día;

ya sobre los rastrojos del estero

 resurge el lomo de la res bravía.


Por el médano blanco, isla de acero

es el agua llanera, agua sombría,

donde erguida en la rama del uvero

un temblor de cristal la garza espía.


Resucita el fulgor los chaparrales,

trémulo el cundiamor revienta en ascuas,

vibra la anunciación en los turpiales,


y rojizos y tersos colibríes

rodando besan las azules pascuas:

ósculo de turquesas y rubíes.


JUAN E. ARCIA