lunes, 19 de diciembre de 2016
domingo, 18 de diciembre de 2016
¡TE AMO!
¡Te amo! ¿Sabes, mi vida,
lo que encierra esa palabra
cuando el labio la pronuncia
bajo el dictado del alma?
¡Te amo! ¡ La vida entera,
las ilusiones, las ansias
del corazón que suspira
en esa frase se exhalan!
"¡ Te amo !", dice: eres bella
como la nieve sin mancha;
como el ideal divino
que el bardo lleva sin mancha,
sencilla cual la violeta,
como la azucena, cándida.
¡ Te amo! esa voz anuncia
todo cuanto el pecho guarda
de ternezas y creencias,
de alegrías y esperanzas:
urna en que yacen unidas
las sonrisas y las lágrimas
secreto de la existencia
y de los sueños alcázar;
que amar, bien mío, es trocarse
en ave de plumas raudas,
y en los espacios celestes
batir las serenas alas;
y meciéndose en las ondas
de la atmósfera azulada,
teñirse en la luz del iris,
con los cambiantes del nácar;
después, en rápido vuelo,
rasgando la etérea gasa,
remontarse hasta las puertas
del palacio de las almas;
y allí, revolando en torno
de la celestial entrada,
oír las notas divinas
de las seráficas arpas.
Luego bajar a la tierra,
en la luz de la alborada,
y de un árbol florecido
posarse en las verdes ramas;
y allí cantar, al glorioso
resplandor de la mañana,
las alegrías del cielo
y la fiesta de las almas.
Eso es amar, vida mía,
con el amor que no pasa;
como se aman los buenos,
como "¡te amo!" y ¡ tú me amas!
¿ Comprendes, mi bien, ahora,
lo que encierra esa palabra
cuando la pronuncia el labio
bajo el dictado del alma?
JUAN ANTONIO PEREZ BONALDE
sábado, 17 de diciembre de 2016
MATINAL
Huye la noche...Por las verdes lomas
la lumbre de los cielos se derrama:
es cada flor un búcaro de aromas
y una cuerda que vibra cada rama.
El horizonte púrpura destella;
naturaleza, al despertar, suspira:
arriba, es un diamante cada estrella,
abajo, cada tórtola, una lira.
Y de la aurora a los primeros rayos
despiértanse los gérmenes dormidos:
hay en las flores lánguidos desmayos,
y vibración de arrullos en los nidos.
Allá en lo más espeso de la fronda,
miente la luz alcázares de llamas,
y saltan en los pliegues de la onda
flecos de espuma y resplandor de escamas.
El ala vagabunda de la brisa
recoge los alegros del sisonte,
y como una inspirada pitonisa,
susurra cosas nuevas por el monte.
Rasga el arado la feraz llanura;
el surco abierto la simiente encierra,
y hay estremecimientos de ternura
en las hondas entrañas de la tierra.
VICTOR RACAMONDE.
ANDANZA
ANDANZA
Cafetales a un lado, y al otro,
Cafetales a un lado, y al otro,
la tristeza de un plan de sabana.
Con viril elegancia mi potro
le relincha a una yegua alazana.
Roja cinta de polvo el sendero
que el sol dora. La noche vecina.
En la tarde florece un lucero
y a mi zaga la sombra camina...
Recodo siniestro de campo que asila
la noche. La sombra vacila
y el bruto recela. Reprimo al violento.
Absurdo, imprevisto
y abiertos los brazos de bárbaro Cristo,
molino de viento...
Clavo espuelas al bruto que al trote
sonoro se aleja.
La plaga lo hostiga y amusga la oreja.
Recuerdo al Quijote.
La senda divaga, nocturna. Sus eses
cordiales conoce mi vida andariega.
Me sale al encuentro la luna...
En las mieses espiga la luna labriega.
SERGIO MEDINA.
AMANECER
Amanece en la pampa. Ya el lucero
arcángel de la luz, anuncia el día;
ya sobre los rastrojos del estero
resurge el lomo de la res bravía.
Por el médano blanco, isla de acero
es el agua llanera, agua sombría,
donde erguida en la rama del uvero
un temblor de cristal la garza espía.
Resucita el fulgor los chaparrales,
trémulo el cundiamor revienta en ascuas,
vibra la anunciación en los turpiales,
y rojizos y tersos colibríes
rodando besan las azules pascuas:
ósculo de turquesas y rubíes.
JUAN E. ARCIA
arcángel de la luz, anuncia el día;
ya sobre los rastrojos del estero
resurge el lomo de la res bravía.
Por el médano blanco, isla de acero
es el agua llanera, agua sombría,
donde erguida en la rama del uvero
un temblor de cristal la garza espía.
Resucita el fulgor los chaparrales,
trémulo el cundiamor revienta en ascuas,
vibra la anunciación en los turpiales,
y rojizos y tersos colibríes
rodando besan las azules pascuas:
ósculo de turquesas y rubíes.
JUAN E. ARCIA
domingo, 11 de diciembre de 2016
Don Andrés Bello
"La gran figura literaria de este varón memorable basta por sí sola para honrar, no solamente a la región de Venezuela que le dió cuna, y a la República de Chile, que le dió hospitalidad y le confió la redacción de sus leyes y la educación de su pueblo, sino a la América Española, de la cual es el principal educador ", ha escrito de Bello el señor Menéndes y Pelayo.
Bello nació en Caracas, el 29 de noviembre de 1781, y pagó su tributo a la madre común en la ciudad de Santiago de Chile, en 1865. Apenas niño, mostró en grado sumo vocación para el estudio, y bajo la sabia dirección de fray Ignacio de Quesada, en el antiguo convento de la Real y Militar Orden de Nuestra Señora de la Merced, a la par de cuya iglesia vivía el joven Bello, inició con brillo cierto los estudios de latinidad, y fueron tantos los conocimientos que adquirió bajo tan experto maestro, que al llegar a la Universidad Pontificia, donde leyó el bienio de Filosofía en la cátedra de Escalona, fué asombro de profesores y alumnos. En la Universidad recibió el grado de Bachiller en Artes (Filosofía), e inició estudios de Medicina y de Derecho, que se vió obligado a abandonar.
Protegido por Ustáriz , logró tomar parte en un concurso para funcionario de la gobernación, de la que fue oficial mayor durante el término de Guevara y Vasconzelos. Al darse los primeros pasos por la Independencia, la revolución puso los ojs sobre el modesto sabio, y la Junta de Gobierno lo designó por secretario de la misión que a Londres llevaron Bolívar y López Méndez. De poco fruto fue aquella gestión, más sirvió de feliz oportunidad para que nuestro gran sabio se alejase del teatro voraz de la guerra, donde se iban a consumir las mejores fuerzas de la Patria.
Pudo así dedicarse por completo, en el viejo mundo, a profundizar sus estudios humanísticos, en forma tan extraordinaria, que pasma de admiración a los actuales críticos. Sin embargo, allá fue siempre robusto arrimo para la Patria lejana, y en más de una ocasión prestó sabios consejos a los comisionados de la República.
Don Andrés abarcó todas las ramas del saber: humanista, filólogo, historiador, crítico, jurista, poeta, geógrafo, filósofo, legislador, gramático, dejó tratados que son objeto de la mayor admiración. Su verdadera obra de cultura, su intenso trabajo como legislador y educador, tuvo por teatro la feliz República de Chile, cuyos códigos fueron confiados a la redacción de Bello, y cuya universidad nacional se honró con su Rectorado. "La autoridad moral e intelectual que su vida y sus obras le granjearon en toda América fue inmensa. Los pueblos ponían sus diferencias internacionales en manos del sabio para que las decidiera, y se remitían a Bello. En el año 1864 fue escogido por los
Estados Unidos y Ecuador para dirimir una contención entre ambas repúblicas. Al año siguiente, en 1865, lo escogieron Colombia y el Perú para arbitramiento semejante". (Blanco Fombona. Prólogo a Literatura Castellana). Su obra como gramático es la más menudamente citada: con ella dió independencia a los estudios del castellano, y sobre lo clásico superficial, elevó el razonamiento filosófico. Como tal fue un revolucionario en la arquitectura del idioma. En la formación del derecho internacional americano ocupa sitio de padre con su Derecho de Gentes, publicado en 1832. Y tal fue su autoridad y tanta la intensidad de sus enseñanzas, que la jurisprudencia internacional de Chile comprende toda una época, determinada por la presencia de Bello como consejero del Ministerio de Relaciones Exteriores.
Sus trabajos científicos sobre literatura castellana son de tal magnitud, que los más afamados investigadores españoles han tenido que aceptar la posición bellista en el propio estudio de las fuentes del castellano. Como poeta fue llamado Príncipe, por la altura de su numen, por la pureza de su versificación, por la filosofía que llevó a su obra lírica.
sábado, 3 de diciembre de 2016
Entre usted y yo hay una distancia muy grande, el silencio...
Y lo siento, pero ya no tengo palabras que sirvan como puente.
Entenderás que no puedo quedarme para quien mi presencia es imperceptible,
Al grado que ni mi ausencia es notable.
Hasta ahora, he sobrevivido a tu ausencia,
A no respirar cerca de ti, a no tocarte.
Y aunque no estés, siempre voy a preferir estar contigo
Pero quiero un amor en el que no se escatime nada,
Y lo siento, pero ya no tengo palabras que sirvan como puente.
Entenderás que no puedo quedarme para quien mi presencia es imperceptible,
Al grado que ni mi ausencia es notable.
Hasta ahora, he sobrevivido a tu ausencia,
A no respirar cerca de ti, a no tocarte.
Y aunque no estés, siempre voy a preferir estar contigo
Pero quiero un amor en el que no se escatime nada,
Ni el cuerpo, ni el alma...
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